Diviértete y calla

Demasiado a menudo, el término “divertido” es utilizado como sinónimo de “menor” a la hora de juzgar cultura. Decía Raúl Minchinela en una de sus imprescindibles Reflexiones de Repronto, en la que analizaba las diferencias entre esos constructos a los que llamamos “alta cultura” (la música clásica, la pintura, la escultura…) y “baja cultura” (el cine de género, el pop, los comics, los juegos…) que una de las diferencias básicas entre ambas categorías es que la baja cultura abraza un discurso de la diversión, mientras que la alta cultura lo rechaza. La alta cultura busca sublimarnos por encima de lo que nos hace humanos, llevarnos a tener una experiencia mariana ante “las grandes obras” (si nos da el síndrome de Stendhal mirando el Guernica, es que hemos triunfado), y por lo tanto cosas tan pedestres como la risa o el mero “pasarlo bien” son generalmente desdeñadas. Al reseñar un tebeo de Spiderman prima decir si es o no divertido, ese es el parámetro principal que marca su calidad, y en cambio nunca se nos ocurriría usar la diversión como tema central de un ensayo literario sobre, por ejemplo, El guardián entre el centeno de Salinger (y cito este libro en concreto porque precisamente, consideraciones místicas aparte, si algo bueno tiene es que es divertidísimo). Quizás esto nos lleve a entender mejor porqué Chaplin o los Hermanos Marx sólo recibieron Oscars honoríficos a lo largo de su carrera. Ser divertido siempre ha cotizado a la baja. Si los Emmy no diferenciasen entre Mejor drama y Mejor comedia en sus premios, probablemente Frasier no hubiera ganado ninguna de las cinco estatuillas que consiguió.

Dentro del mundo de los juegos, que vive acomplejado y en permanente búsqueda de reconocimiento cultural, pasa algo similar. Cuando se quiere rebajar la supuesta calidad de un título se suele decir “pse… es divertido”, como si lograr hacer descojonar de la risa a un grupo de cuatro personas durante dos horas de partida fuera tan fácil como chasquear los dedos. O como si la diversión no fuera un ideal deseable en sí mismo sino un efecto colateral menor. Por ejemplo, en el género de los juegos de rol, Dungeons & Dragons siempre ha tenido que aguantar ser considerado un mero “juego divertido” frente a expresiones roleras supuestamente más elevadas como El rastro de Cthulhu o Rolemaster. Recuerdo cómo, en los 90, ciertos jugadores de Vampiro solían mirarnos a los dungeoneros por encima del hombro, en plan “estas dragonadas vuestras son entrañables, pero lo que nosotros hacemos es rol serio, ROL DE VERDAD”; y si hablamos de juegos de mesa, los ameritrash y los wargames de miniaturas de fantasía son en general vistos como productos “para niños grandes” frente a “prodigios mecánicos” (LOL) como Caylus o “simulaciones hiper-realistas” (RELOL) como Advanced Squad Leader. Por si no fuera suficiente, los ultras de los eurogames y de los wargames históricos también se reparten cera entre ellos, refiriéndose a los juegos del otro como “juegos de cubitos” y “juegos de cartoncitos”, respectivamente. ¿Qué tienen en común todos estos prejuicios? En efecto: banalizar aquello que no nos gusta señalándolo como una gilipollez porque es, simplemente, divertido.

Ese es uno de los motivos por los que este videotocho (en dos partes), que originalmente iba a ser un Top de mis juegos favoritos, se acabó convirtiendo en un Top de los juegos con los que me he divertido más en mi vida. Ambas cosas parecen lo mismo, pero no lo son. Las mecánicas ocultas de Twilight Struggle me maravillan en cada nueva partida, pero me he divertido mil veces más jugando a un festival tira-dados como Last Night on Earth, por ejemplo. ¿Cuál de las dos sensaciones es mejor? A mí me parecen igual de válidas, igual de chulas y de plenas, pero dado que todo el mundo parece considerar superior la primera, yo me he decantado por prestarle atención a la segunda. Además, el tema de la diversión me permite incluir en la lista varios juegos poco previsibles (ni yo mismo me esperaba que Titularing acabaría superando el corte) y también hablar de algunos aspectos tangenciales relacionados con la experiencia lúdica: a veces un juego es tan bueno como el grupo con el que lo has jugado, o como las circunstancias en que lo has jugado. A veces lo divertido ni siquiera es jugarlo en sí, sino planificar la partida o incluso coleccionarlo. Usar el baremo de la diversión por encima de la calidad intrínseca me ha obligado a reflexionar a fondo acerca de por qué me gustan los juegos, y ha hecho aflorar aspectos de la experiencia jugona de los que no era del todo consciente.

Los juegos de mesa aún están en una época de crecimiento y exploración como ítems culturales, y me parece un error seguir el mismo camino elitista por el que han tirado el cine o la literatura, con su rollo macabeo de los géneros mayores y menores. La diversión y el entretenimiento son fines en sí mismos absolutamente válidos al crear cultura. Saber divertir al prójimo es MUY jodido y tiene MUCHO mérito, y al que le parezca una habilidad sencilla o trivial que me componga ahora mismo un puto Dueling Banjos, o que me escriba La venganza de Don Mendo, o que me diseñe un Cosmic Encounter. O que se calle.

El BROMAZO del 28D: ¡Nuevo videotocho! La 2ª parte de la lista sobre los 13 juegos con los que más he loleado ever.

10 comentarios en “Diviértete y calla

  1. Supongo que es inevitable que haya diferentes tipos de estímulos que nos despierten zonas diferentes del cerebro. A veces hay cosas que no te divierten pero que encentras geniales (y como fan del cine reconocerás películas cojonudas, imprescindibles de ver, pero con las que lo pasas fatal). Lo bueno que tienen los juegos es que ya sabes a lo que vas, de cara a barraca a pasártelo bien. Estará ambientado en un apocalipsis zombie o en una pradera con animalitos, pero la función es entretener y divertir, así que no supone un problema. Funcionarán mejor o peor, y costará más o menos encontrar el que te entre, pero sabes que siempre están ahí.

    Me ha emocionado ver a Mythos en la lista… no será nada del otro mundo, pero siempre lo vi como una versión alternativa, muy sencillota pero funcional, de las partidas de rol de la Llamada de Cthulhu. Y cabía en el bolsillo. Me encantaba y guardo la colección con cariño, a pesar de lo que me reventaba que los sobres de expansión estuviesen montados como para tirarles un par de cócteles molotov al responsable pertinente…

    Ganazas de ver la continuación con el top 7. ¡No tardes!

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  2. Si ayer por la noche alguien fuera de mi círculo de amistades hubiera entrado en mi casa hubiera visto lo siguiente:

    Una pared forrada de estantería de ikea; en una balda una edición de poesía de poe en inglés, o un libro de asimov… En otra películas como ciudadano kane o nosferatu, un maus o v de vendetta entre los cómics, un par de decenas de discos de Mozart, algo de Verdi…

    Y bajando la vista, a los pies del mueble yo, en pose de japonesa a punto de ser abusada con los calzones medio bajados y las zarpas de mi esposa aferrándose a la descolorida prenda intentando bajármelos, sin mas propósito que reírse de mi culo mientras yo culebreo para evadirme o aprieto las nalgas a ver si cae un providencial pedo y me zafo cuan astuto calamar.

    Supongo que tras reírse de lo absurdo (y patético) de la escena uno se daría cuenta que en esas mismas estanterías hay comics lobo o venom, libros «b», discos de payasos/luchadores de wrestling raperos o pelis italianas de gente atrapada en un cine mientras son despedazados por la atroz manicura de unos demoños.

    Porque hay comics que me divierten aunque sean un truño y lo mismo pasa con otras fuentes de cultura. Y todo me parece cultura sin ser una fuente mas elevada y otra de baja estofa.

    Cuando he empezado a leer el prolegómeno lo primero que he pensado es en cuando te presentan a una muchacha y te dicen que es muy simpática. En efecto puede serlo pero suena automáticamente a eufemismo de «muy guapa no es». Y la verdad poco me importa lo uno o lo otro.

    Lo mismo sucede con la diversión en los juegos, parece en según que círculos mas un demérito que un logro.

    La gente que intenta dignificar sus hobbies me pone los pelos como escarpias. Será que se avergüenzan y necesitan dotarlos de un aura de prestigio ? A mi me encanta. ME ENCANTA ver a un perro rascarse el culo contra el suelo. Podría pasarme 20 minutos viéndolo (gracias youtube) y creedme que es mucho tiempo incluso para un aficionado como yo. Y no intento que parezca un happening vanguardista. A mi me hace gracia y ande yo caliente, ríase la gente.

    Antes de leer esto había visto el video (genial por cierto) y hoy dando un paseo con la familia comentábamos lo del titularing y el descojone o el mythos (tengo dos cajicas) y ha salido lo de los wargames y como machacar las huestes de Napoleón o comandar una unidad mecanizada es lo mas pero tronchar orcos y nigromantes es de niños.

    Jugar es de niños. Y lo mismo juega un futbolista profesional que un tío que mueve monstruitos de plástico y tira dados, el que consulta tablas y cartones o arrastra cubos de madera o mi sobri machacando a la frozen de su hermana con el gi joe.

    No veo como una cosa puede ser mas mejor que otra.

    Dios, soy conciso y breve como nadie.

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  3. Addendum:

    Mucha grasa Antoño por el bricomanía del titularing; me arreglas el sábado, que tenía pensado representar la danza del vientre para entretener a una horda de amigos pero con 4 cartones y tus indicaciones van a estar en la gloria y se van a ahorrar ver pelánganos.

    Sobacolchas!

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  4. Juas! Yo quedé tercero en la final de Mythos (¿o segundo?¿cuarto?).
    Recuerdo que noniba a ganar y empezaste a no pasar y luego iba a ganar, pero había bajado de cordura de otro, te dio por pasar y mi gozo al pozo. Tenía 15 años y había aprendido esa semana, así que igualmente moló bastante (me dieron la edición en catalán de La Llamada de Cthulhu, un chorro de cartas y una agenda de Joc Internacional donde estampaste un autógrafo con narizón, que perdí en un cambio de casa).
    Sigues molando bastante… y aún tienes pelo, que siempre suma.

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