TWO PRESIDENTS, ONE CUP

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Asumo que entre los lectores de este blog no queda nadie que no conozca el vídeo Two Girls one Cup y, por lo tanto, entenderán el juego de palabras del título (Hostia, ¿tú aún no lo conoces? ¡Pues tienes que verlo!). De algún modo, ya que voy a volver a hablar de política, resulta adecuado para ponernos en sintonía (tanto Two Girls one Cup como la política son temas con tendencia a revolver el estómago). Si, ya… soy perfectamente consciente de que dije en un post anterior que no daría más la tabarra con las elecciones catalanas… pero joder, ¡es que no puedo evitarlo! Me he comprado tres juegos nuevos (Pandemic Legacy, Legendary Encounters Predator y una macro-expansión del Star Realms), he ido a un par de conciertos muy locos con Victor Parkas y Jonathan Kovaks (sobre todo uno de Pablo Und Destruktion en el cuartito de un piso), he estrenado tres o cuatro prácticas sexuales nuevas (lo único que voy a decir al respecto es que los vibradores con control remoto están sobrevalorados)… y oye, resulta que el debate de investidura autonómico sigue siendo lo más divertido que he experimentado este mes.

Lo que más me sorprende de todo el runrún post-investidura fallida, lo que me parece que de verdad tiene un punto cómico, es que quien menos parece haber entendido de qué iba la fiesta, quien más cortoplacista se ha mostrado, quien más ha apelado al «hagamos esto aunque sea de cualquier manera» y quien más ha perdido las formas haya sido cierto catalanismo (no todo) afín a Convergencia. Ignoro si la independencia será o no será (yo creo que como mínimo el referéndum es ineludible; y que en cuanto se celebre ya sólo será cuestión de tiempo, aunque se perdiese el primero), pero desde luego no va a hacerse con 62 diputados raspados, aludiendo a no-sé-qué derechos adquiridos que no se corresponden con la aritmética parlamentaria (¿No hay más escañitos? Pues no hay galletita).

Tampoco resulta creíble reducirlo todo al «¡O yo o el caos!» de Artur Mas, que durante las dos jornadas de debates me pareció como siempre un orador brillante, sí (de largo el mejor del Parlament), pero también terriblemente tendencioso y con el punto de vergüenza ajena que producía verle ir renunciando paulatinamente a TODO su ideario (hasta reconvertirse en izquierdista asambleario si hacía falta), con tal de seguir ostentando las llaves de la furgoneta. Además, es que no era eso lo que le pedía su gente. Si las masas de Junts pel Sí insisten en que le han votado a él como presi, es que le han votado A ÉL, no a un muñeco sin ideología propia. Creo que, en última instancia, las elecciones anticipadas son una salida más digna que su última propuesta a la CUP en cuanto a trocear y diluir la presidencia (algo que convertiría cualquier toma de decisiones futura en una especie de debate entre los Hermanos Marx).

Sea como sea, queda margen para seguir charlando (hasta enero, dicen) y ver quién está realmente dispuesto a apostar por una idea y quién por poner su nombre en un membrete. Tampoco pasa nada. Aún no se ha roto el jarrón chino ni se ha muerto el independentismo… ¿o sí? ¿Por qué hay ese miedo entre los “Mas media” a que el soufflé baje si hay anticipadas en marzo? ¿Me estáis diciendo que la mayoría social indepe no era ni tanta ni tan sólida, y que en vez de llegar a Ítaca de manera limpia y diáfana hay que hacerlo a base de atajos, espejismos y mayorías que vienen de un diputado arriba o abajo? ¿Aunque eso convierta la sociedad catalana en un polvorín a corto plazo? Oivá, de lo que se entera uno…

La actitud de la CUP me ha parecido sencillamente brutal. En todos los aspectos. En lo bueno (lo que decía Oscar Wilde de que tienes que mantener tus principios justamente cuando resulta incómodo hacerlo) y en lo malo (no han sabido transmitir a la ciudadanía que no sólo no están en contra del proceso soberanista, sino que de hecho son los mayores garantes de que se haga “com Déu mana”). El error principal de Junts pel Sí ha estado en tratarlos como a una formación normal, como si fueran una versión 2.0 de las JERC. No, estos están a otra visión mucho más pasada de vueltas; y también más honesta, porque la han defendido públicamente desde el minuto cero. No sé qué narices entendía la gente cuando anunciaron que no irían en la lista unitaria, o cada vez que repetían que no investirían a Artur Mas, pero desde luego ellos no han traicionado a nadie. Tras décadas de política catalana de cara a la galería, me parece regenerador que un partido así de bestia, de utópico, de noble y de “hobbit” (en el sentido de carecer de toda aspiración de poder, lo cuál también descoloca a CDC porque no los pueden comprar a cambio de poltronas) tenga presencia y capacidad de decisión. Muy fan. Larga vida al punk.

Además, su naturaleza 100×100 asamblearia hace normal que no hayan abandonado a última hora la posición que habían mantenido durante mes y medio. Sencillamente no funcionan así: la asamblea es quien define sus líneas rojas ideológicas, y sus caras visibles no son líderes sino portavoces que se limitan a transmitir la voz unívoca del partido (y que son sustituidos de inmediato por otros si dan la más mínima sensación de desgaste). Cuando se produce un cambio de paradigma en las negociaciones lo consultan en asamblea y, si conviene, ceden. Pero no antes; y no, no van a dejar de funcionar de ese modo por el mero hecho de que a los fanboys de Mas les convenga bailar a otro ritmo.

Por lo tanto, nadie puede decir que no supiera con quien se jugaba los cuartos, y en este sentido sobran los linchamientos mediáticos y los insultos que se les están dedicando estos días (y entre dichos insultos incluyo la comparación con Ciutadans y el PP, por ejemplo). La presión a todos los niveles para intentar imponer a la CUP una ficticia obligación moral «por el bien mayor» es una treta inefectiva. La CUP es, sencillamente, uno de los diversos partidos que le han dicho “NO” a Artur Mas. Otros lo han hecho por sus discrepancias en el eje nacional, mientras que ellos lo han hecho pese a sus coincidencias. Porque para la CUP el “qué” es indivisible del “cómo” (el “qué” es la revolución y el reset social, y el “cómo” es la independencia; no al revés). Si CIU hubiese demostrado similar sentido ético durante los últimos 30 años de gestión política, hoy el proceso indepe rodaría como la seda. La CUP dice “vamos poco a poco porque vamos lejos”, una frase estilo caballero Jedi que hubiese firmado el mismísimo maestro Yoda (digo el de verdad, no el del 3%). Ante eso lo único que cabe es el respeto, aunque puedo entender el cabreo y los pataleos de “nen petit” de quienes tienen mucha prisa, o un listón moral más bajo, o las dos cosas.

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El problema de fondo en todo esto es que hay dos presidentes Mas: el Sméagol que se llena la boca afimando que los nombres no son importantes (“No hi ha condicions personals.” «Puc encapçalar la llista i hi estic a disposició, però també la puc tancar; puc ser el primer o puc ser l’últim.», declaró el tipo hace ahora un año, cuando germinaba la idea de la lista electoral unitaria), y el Gollum que dice “nanay” cuando el nombre que se plantea sacar de la foto es el suyo. Pero claro, enfrente tiene a una única CUP que dice siempre lo mismo. Artur Mas nunca se las ha visto tan peludas. Acostumbrado a dar pases mágicos rollo “Estos no son los androides que buscáis” para hacer cambiar de opinión in extremis a cualquiera, ahora se las ve con una formación que (de momento) parece inmune a sus encantos. Two Presidents, one CUP.

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