The Newsroom es “otra serie de Aaron Sorkin”, quien hace poco más de una década removió los cimientos de la narrativa televisiva tal como la conocemos con El ala oeste de la Casa Blanca (sí, de verdad me parece uno de los dos o tres shows más importantes de los últimos 25 años), y que desde entonces ha estado intentando replicar ese mismo nivel de excelencia con suerte desigual, tanto en televisión como en cine: ni en Studio 60 ni en La guerra de Charlie Wilson supó rascar bajo la epidermis del asunto que trataba (básicamente, la corrupción del poder), mientras que en La red social y Moneyball logró resultados dramáticos muy notables con temáticas que a priori no parecían dar para mucho (la creación de Facebook y la gestión de un equipo de baseball aplicando teorías estadísticas). The Newsroom sigue las vicisitudes “entre bastidores” de un programa de noticias de una cadena de TV por cable. La cadena en cuestión es ficticia (la ACN), pero las noticias son verdaderas, en el sentido de que están sacadas del mundo real (por ejemplo, uno de los episodios se centra en el accidente nuclear de Fukushima). Ahí radica buena parte de su gracia, pero esa idea por sí misma no es suficiente para conformar una buena obra de ficción. He visto con todas mis fuerzas los diez episodios de la primera temporada de The Newsroom pero, a menos que alguien me convenza de que las dos temporadas restantes son el equivalente televisivo de Ciudadano Kane, no tengo intención de seguir con ella.
A ver… desde luego The Newsroom tiene varias cosas que me parecen la mar de bien, pero también otras muchas que no me gustan ni un pelo. ¿Las que sí? Pues las que cabría esperar en este caso: los actores principales están estupendos (Jeff Daniels, Sam Waterston, Emily Mortimer…), tiene los típicos diálogos inteligentes y en «rapid-fire» marca de la casa, y realmente logra transmitir cierta sensación de veracidad con el tema de dramatizar noticias auténticas. Hasta ahí, vale.
Las cosas que no me gustan? Bueno, esto va a ser largo: no me gusta el patriotismo grueso de algunas escenas (uno de los periodistas del programa poniéndose una gorra de los bomberos de New York cuando el presentador se dispone a dar la noticia de la muerte de Bin Laden). No me gusta la visión única y moralizante con la que Sorkin trata las tramas (nadie tiene la menor duda sobre qué es LO CORRECTO; se ve que el periodismo de investigación es una profesión llena de santurrones ilusionados por construir un mundo mejor). No me gusta la superficialidad del discurso («Dios Bendiga a América», 2.0) por mucho que se camufle bajo toneladas de jerga técnica. No me gustan los monólogos que huelen demasiado a sermón de la montaña (Sorkin dándome mítines por boca de Jeff Daniels). No me gusta el hecho de que todos los personajes masculinos sean tipos listísimos que parecen salidos de Todos los hombres del presidente y, en cambio, todos los personajes femeninos sean histéricas o tías buenas (o las dos cosas) que parecen salidas de Primera Plana. No me gustan las insulsas subtramas amorosas que convierten la serie en una especie de Melrose Place con coartada intelectual. No me gusta que cada capítulo dure 50 minutos en lugar de 40 (más que nada porque esos 10 minutos de más no aportan nada y matan el ritmo). No me gusta su estructura narrativa marmólea (el clímax es siempre la redacción echando humo para emitir a tiempo EL NOTICIÓN de la semana).
En realidad, todo se resume en que no me gusta acabar cada episodio de The Newsroom con la sensación de que me lo estaría pasando infinitamente mejor revisitando El ala oeste de la Casa Blanca. Sé que es una comparación injusta, pero también es irremediable. Es lo que tiene el haber creado una obra maestra absoluta: que luego tienes que vivir con ella; y no tengo claro que Aaron Sorkin lo esté llevando bien del todo.
The Newsroom ya ha finalizado su andadura, tras tres temporadas y un total de 25 episodios emitidos. Lo que le queda ahora, me temo, es un rápido descenso hacia el olvido. No es ni mucho menos una mala serie, pero sí es una serie invisible e irrelevante (en un panorama televisivo rico en ficciones de calidad), y posiblemente no haya diagnóstico más cruel para un guionista estrella con alma evangelizadora como Aaron Sorkin. Si alguien tiene intención de tragársela hasta su conclusión, ya me contará si al final se casan…
Soy un firme defensor de está serie, la he disfrutado como un enano, y me ha entristecido mucho que se acabara. Pero también soy realista, se que no ha gustado mucho. Me miro lo que no te gusta, y se que no puedo convencerte de que veas las dos temporadas, porque todo eso se mantiene, quizás mejora un poco el tema romántico y el trato de los personajes femeninos, pero el tema facha sigue bastaste. Pero lo dicho, a i me encanta, me fascina que las noticias sean ciertas. El episodio de cuando se cargan a Bin Laden me parece brutal, precisamente por lo facha!!, porque me lo creo, me creo que había gente, mucha gente, sintiendo lo que se trasmite ahí, en USA.
Además, me gusta la manera de tratar el como investigan las noticias, sea creible o no, en la última temporada se trata también el tema de el publico convertido en periodista a través de las redes sociales, y le da para el pelo, no estoy de acuerdo, pero entiendo que ese punto de vista sea así en los profesionales.
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Por cierto, pedazo fotaza de 2001, man.
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