Fargo: Cosas que ocurren donde nunca pasa nada

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Al principio de cada episodio de Fargo aparece en pantalla la leyenda “Ésta es una historia real. Los eventos mostrados tuvieron lugar en Minnesota en el 2005. A petición de los supervivientes, los nombres se han cambiado. Por respeto a los muertos, el resto se cuenta exactamente tal como sucedió”. Al igual que ya pasaba con la leyenda al principio del filme original de los hermanos Coen, es todo mentira. Sin embargo, ahí va una verdad: Fargo ha sido la mejor nueva serie de TV emitida durante el 2014. Sí, he visto True Detective. Repito: Fargo ha sido la mejor nueva serie de TV del 2014.

Fargo, que partía de una premisa como mínimo complicada (transformar en 10 horas de televisión una película de cien minutos que es sencillamente perfecta), tenía todos los boletos para convertirse en el desastre televisivo de la temporada; y sin embargo ahí la tenemos, no diré que superando al original (porque eso es imposible), pero sí que convertida en el mejor homenaje posible de sus modos narrativos, y en la mejor continuación imaginable no ya de aquella historia (con la que solo comparte algunas coincidencias tangenciales), sino del “feeling” que aquella historia transmitía. Fargo, la serie, pinta, suena y hasta diría que huele igual que Fargo, la película, lo cual en sí mismo ya es una proeza.

Pese a partir de un guión original, el show mantiene el mismo aroma que crearon los Coen a mediados de los 90 (aquí también hay un marido mediocre y calzonazos que la lía parda, una agente de policía campechana y avispada, y diversos asesinos de aspecto y maneras muy peculiares), y por supuesto la misma mezcla de thriller contemplativo, reflexión metafísica, humor negrísimo y situaciones estrambóticas. El primer episodio (pese a ser jodidamente excelente) deja la extraña sensación de estar reviviendo un sueño, porque uno no puede evitar comparar la trama y los protagonistas de ambas obras, y es como si todo encajara de manera diferente. Sin embargo, tras esa primera hora entiendes que no estás viendo un remake sino otra historia similar ambientada en el mismo «universo Coen», y a partir de ahí te relajas y es cuando empiezas a disfrutar como un cabrón.

Bañada en una cinematografía maravillosa, un ritmo milimétrico y unas interpretaciones pasmosas (Martin Freeman consigue hacer suyo el patrón establecido por William H. Macy en el filme original, Allison Tolman es una agente de policía a la que nunca te cansas de ver siguiendo pistas, y Billy Bob Thornton arma una de las mejores encarnaciones televisivas del mal que yo haya visto jamás), aderezado todo ello con un uso maestro de los flashbacks y las elipsis, Fargo no me ha parecido solo la serie sorpresa del año, sino la serie del año. Sin más.

Trailer de Fargo.

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