El disputado voto del Sr. Pamundi

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Pues ayer voté en las elecciones a la alcaldía de Barcelona, sí sí sí sí (Shocking News para cualquiera que me conozca). No lo había dicho antes porque una cosa es dar tu opinión y otra muy distinta dar mítines («Yo voy a hacer esto, vosotros tendríais que hacer lo mismo», y demás cansinismos internáuticos), pero el caso es que voté. Es la tercera vez que ejerzo ese derecho en mi vida, y la segunda que lo hago en unas municipales. Este 2015 el meollo electoral está tan divertido que creo que voy a votar las tres veces. Los abstencionistas convencidos es lo que tenemos, que lejos de dar lecciones morales al prójimo nos parece igual de válido a nivel democrático meter/no meter el papelito en la urna; y cuando decidimos hacerlo sube el pan, porque somos un factor de despiste con el que nadie contaba.

Lo que tengo claro es que, de aquí hasta que me muera, sólo voy a movilizarme en favor de partidos que presenten como cabeza de lista a una mujer. ¿Suena a argumento chorra? Bueno, hay para quien lo fundamental es el independentismo (por encima incluso de ideologías izquierda-derecha), y hay para quien lo fundamental es la lealtad de voto (sin importar el currículum de escandalazos que acumule el partido en cuestión). Me parecen motivos legítimos y suficientes para decidirse por una opción. En mi caso, simplemente es que no me interesa que sigamos mandando los tíos, creo que ya hemos gobernado durante los suficientes siglos como para demostrar lo subnormales que somos en líneas generales. Les toca a ellas. Hace ya demasiado que les toca a ellas. Llegados a este punto, creo que la discriminación positiva llevada al extremo más absurdo es la única vía posible para lograr la igualdad de una puñetera vez; y si hay que sacrificar a una generación entera de machos (la mía, concretamente), pues nos jodemos. Mucho peor que nosotros no lo podrían hacer aunque se esforzaran, les llevamos varias guerras mundiales de ventaja (además, creedme, el feminismo es un argumento con el que se folla más).

Por lo tanto, esta máxima limitaba mis posibilidades de voto a tres opciones básicas: Barcelona en Comú, la CUP y Ciutadans. Descartando automáticamente a estos últimos (bromas las justas), me quedaban Ada Colau y María José Lecha. Tras darle ciertas vueltas al asunto, me decanté por la primera (Shocking News 2.0). ¿Por qué? Pues porque mi segunda prioridad era desalojar a la derecha del consistorio de la ciudad en la que vivo, y no había nadie más con opciones reales de lograrlo (tal y como se ha demostrado). También porque, por correa de transmisión, a mí la que me caía bien de verdad era la candidata de Ahora Madrid, Manuela Carmena, pero a esa no la podía votar (y pese a que ha quedado segunda y normalmente está feo no dejar que intente formar gobierno la lista más votada, en este caso los madrileños tienen todo mi apoyo para pactar hasta con el mismo Belcebú, con tal de echar a la puta calle a Esperanza Aguirre, la dicharachera Dame Commander pepera; es que quiero que se retire ya porque ardo en deseos de que escriba sus memorias…).

Aparte, yo no soy independentista, lo cual matizaba las simpatías que me produce la CUP (aunque en un hipotético referendum por la secesión catalana votaría SÍ/SÍ/SÍ porque España ya me tiene hasta los cojones incluso a mí, porque ha demostrado sobradas veces que no hay la más mínima voluntad política de acercar posturas y porque creo que, si nos hemos de independizar, cuanto más cohesionado y sólido sea el resultado menos daño social nos haremos). De los tres agentes políticos que están moviendo el proceso por el Dret a Decidir, la CUP es de muy largo el más fiable, el más genuino y el más honesto, y espero que en las próximas autonómicas arrasen (que creo que lo harán, porque pese a lo que digan muchos analistas tronados, buena parte del voto que ayer fue a Colau se trasvasará hacia ellos; porque ideológicamente, oh botarates, la CUP está más cerca de Barcelona en Comú que del alcanfor de CiU). Pero vamos, que esos pequeños matices me acabaron llevando hacia la Colau.

Ada Colau me parece una persona a la que, en efecto, igual el cargo de alcaldesa le viene grande. Una persona que posiblemente se vaya a equivocar mucho, que no vaya a saber gestionar las situaciones de crisis urbana que le vengan (por ejemplo, quedándose como un conejo delante de los faros de un coche si hay una macro-nevada o un aguacero que colapsen la ciudad), que vaya a representar a Barcelona de manera un tanto patosa en cuanto a imagen internacional… todo eso me parece factible, sí. Pero, ¿sabéis qué? ME LA PELA. Me la pela porque la Colau también me parece fundamentalmente una buena persona, y eso es algo que no puedo decir de la mayoría de mangantes encorbatados que han manejado mi alcaldía durante casi cuatro décadas; y porque los contraargumentos que os llevo escuchando a muchos de vosotros durante el último mes y medio son que es feminista, que es una cumba y que está gorda. Si hablamos de simplificaciones y de voto inmaduro, sospecho que no soy yo el que se lo tiene que hacer mirar. Sí, también me tenéis hasta los cojones.

Ya digo, es más que posible que la Colau no esté a la altura del desafío, claro; pero sinceramente, en este minuto de partido prefiero gente que no esté preparada, ni tenga bagaje, ni experiencia, ni haya tocado poder… pero que en cambio me parezca gente honrada, de la que me pueda fiar y con la que me identifique hasta cierto punto. O sea, yo me veo en la piel de esta tipa y creo que podría pisar muchos de los mismos rastrillos que va a pisar ella. Cuando por ejemplo haga unas declaraciones metiendo el remo y por culpa de eso el World Mobile Congress se pire de BCN, o cuando intente poner en práctica una idea de bombero como la del dinero local (los billetes de Monopoly) y la cosa sea un desastre, pensaré «esto me podría haber pasado a mí, porque yo también soy un idiota”. Pero no creo que vaya a estafarme, y eso ya es mucho; y oye tú, si nos estafa, dentro de cuatro años la chutamos al río y listos.

Estoy hasta los cascabeles de tipos «profesionales» y «preparados» que me tratan como si fuera un niño tontaina, de partidos tradicionales que se consideran los únicos legitimados para gobernar, de políticos clasistas que siguen considerando que el poder es un coto privado al que se accede sólo por línea sucesoria o por recomendación de algún otro miembro de la secta. Por tanto, que aparezca de pronto un movimiento social de base ciudadana y le pegue un sartenazo en la cara a toda esa caterva, no tiene precio. ¿Que el 15-M no sirvió para nada? ¿Que el souffle había bajado? Pues ahí lo tenéis. ¿Son unos populistas, unos radicales, y un fenómeno mediático? Pues ya véis cómo está la cosa de calentita, que aún así los seguimos prefiriendo a ellos que a los de siempre. Seguid ignorándonos y practicando el sofisma, seguid…

Por último, me encanta el caos potencial que algo tan bizarre como Barcelona en Comú puede generar en los próximos meses. El caos es algo que me divierte mucho cuando me siento a comer y pongo las noticias. Quiero ver hundirse al Titanic. Quiero ver explotar Neo-Tokyo. Quiero ver arder Roma.

¿Vosotros no?

4 comentarios en “El disputado voto del Sr. Pamundi

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