“She had to look away as the hatchet fell. She moved back into the cage nearer the boy and put her hands to her ears against the sounds he made – and against the splashing sounds, the hiss of fire and blood with its attendant reek of burning flesh, the low moans, the terrible thump of metal against bone, the sounds of breakage, and the liquid sounds which perhaps where worst of all. He was keeping her alive as long as he could, and she participated in her torture by her body’s blind attempts to survive it. Didn’t she know that it was better to be dead now? What awful fraud animated her? Her will to live was as cruel as he was.»
– Fragmento de Off Season, de Jack Ketchum.
Me acabo de enterar de que se ha muerto el escritor Jack Ketchum (nombre real: Dallas Mayr). De cáncer, a los 71 años; y creo que alguien tiene que salir a decir algo.
Me hice fan de Jack Ketchum en 2008. O sea, tardísimo, teniendo en cuenta que él empezó a publicar novelas en 1981. En realidad, un año antes ya había visto The Girl Next Door, espeluznante adaptación al cine del que quizás sea su libro más conocido, basado (libremente) en un caso real ocurrido en la América profunda de la década de los 60. Pero por aquel entonces yo no sabía quién era Ketchum ni le presté atención. Fue meses más tarde, al decidir que quería leer algo realmente extremo, que pusiera a prueba mis límites (algo similar a la repulsa casí física que experimenté en su día leyendo American Psycho) cuando le descubrí. Me estaba documentando sobre el movimiento literario splatterpunk de los 80-90 y me topé con su nombre, envuelto por los piropos que le lanzaba un Stephen King lleno de envidia sana (“Jack Ketchum es el tipo que da más miedo de América”; supongo que ahora, con Trump en el poder, King matizaría esa frase). Ketchum formaba parte de una generación de escritores poco conocidos, Brian Keene, Richard Laymon, Edward Lee, Poppy Z. Britte (quizás la que alcanzó más éxito de todo el pack)… que habían entregado su talento a explorar un género poco popular y a menudo incluso censurado por las propias editoriales y las cadenas importantes de librerías. Un género que dejaba el gore en mantillas y prefiguraba el torture-porn que se acabaría poniendo tan de moda gracias a películas como Hostel, Martyrs o A Serbian Film.
Ketchum me llamó la atención enseguida, por encima de los demás. En primer lugar porque, salvo excepciones, no trataba temas sobrenaturales (de memoria sólo me vienen a la cabeza She Wakes y, en menor medida, Ladies Night). El monstruo que a él le interesaba de verdad era el propio ser humano, en su peor versión. También me atrajo el hecho de que se tratase de un autor “maldito”, que al principio de su carrera apuntaba a ser “the next big thing” según bastantes críticos e incluso otros escritores (como su mentor Robert Bloch), pero cuyas aspiraciones de estrellato se vieron truncadas de manera casi definitiva cuando su propia editorial le presionó para mutilar y añadir un forzado final «feliz» a su novela de debut, Off Season, para acabar retirándola igualmente de las librerías ante el miedo de que su publicación les diera mala prensa. Así de cafre era Off Season, y así de poco se cortaba Jack Ketchum. El tipo siguió escribiendo toda su vida, logró hacerse un nombre, ganó el Bram Stoker Award cuatro veces (además de estar nominado otras tantas), y ha sido un autor de culto durante casi cuarenta años y una treintena de libros, entre novelas y antologías de ficción corta, algunos de los cuales han sido incluso adaptados al cine. Es decir, que acabó llegando igualmente a donde merecía. Pero leyéndole no puedes por menos menos que preguntarte qué hubiera ocurrido si Ballantine Books no le hubiera cortado las alas a Off Season. Quizás hubiéramos tenido a un autor al nivel de popularidad de Clive Barker, con una novela de éxito similar al de Tiburón o El exorcista y una versión cinematográfica (que nunca vio la luz) dirigida por, no sé… ¿Tobe Hooper?
Sea como sea, enséñame a un artista marginado e incomprendido y me caerá bien de manera instantánea. Me fui disparado para Amazon y encargué Off Season (que desde hace algunos años se vende por fin en una edición íntegra, incluído su desesperante final). Flipé. Me pareció exactamente el puñetazo en la tripa que yo buscaba, pero además me sorprendió la capacidad de Ketchum para hacer unas cuantas cosas que no me esperaba: la creación de un “setting” escalofriantemente vívido; la narrativa a base de frases cortas y directas «en tu puta cara», buscando aplicar a un texto escrito la inmediatez gráfica del cine; el pulso de tensión creciente que llegaba a ponerte histérico (me leí los últimos capítulos pensando “Tío, por favor, dame un respiro”); la astuta construcción, con cuatro pinceladas, de una galería de personajes con los que te identificas, para luego pasarlos por la trilladora ante tus ojos, con un lujo de detalles salvajes casi insufrible… Off Season ni siquiera tenía trama, en realidad, se limitaba a plantearte una situación horrorosa y llevarla tan lejos como fuera posible. Todo en el libro estaba supeditado a la idea central de hacerte pasar las de Caín. Ahí había un tío que trataba el terror no como un género, sino como un concepto. Me voló la cabeza.
En aquella época me leí también Survivor de J.F. González, Snuff de Erick Enck y Adam Huber, The Long Last Call de John Skipp y Spare Key de R. Frederick Hamilton, todas hiperbestias y divertidísimas, pero sólo correctamente escritas (salvo esa escena de Snuff en la que a un personaje le taladran la frente, le echan detergente por el agujero y el autor describe la agonía subsiguiente como un estallido de colores), y con un tono de tebeo implausible que acababa rebajando el suspense (en Survivor sale una abuela-asesina-ninja-psicópata a la que no me importaría homenajear en alguna aventura de Fanhunter). Concluí que a mí en realidad no me gustaba el splatterpunk, quien me gustaba era Jack Ketchum. Fue el único de todos esos autores al que volví varias veces: Offspring (secuela de Off Season, competente pero muy inferior al original), Old Flames, Right to Live, además por supuesto de las dos que se editaron en castellano, La chica de al lado y mi favorita Al otro lado del río (cojonuda mezcla de horror y western, a la que la película Bone Tomahawk le roba bastantes ideas). La propia Off Season también se acabó publicando por aquí, por cierto, bajo el título de Al acecho. Creo que aún se vende en digital. Como ya he dicho, lectura muy recomendable, si tu idea de pasarlo bien como lector es pasarlo mal.
En el año 2011 tuve la suerte de conocerle en persona. Vino como invitado al Festival de Sitges en calidad de guionista de la resultona The Woman, que servía como secuela directa de Offspring (siempre me ha parecido loquísimo que se hiciera peli de la segunda novela de la serie, pero no de la primera). Yo no soy nada mitómano, acercarme a los famosos me da una pereza tremenda y creo que ellos agradecen cada persona que opta por dejarles en paz, en lugar de pedirles una foto. Sin embargo, en este caso trinqué todos mis libros de Ketchum y le abordé en el bar del hotel Melià para preguntarle si, al acabar su rueda de prensa, le parecería ok firmármelos. Se mostró sorprendido y encantado. En realidad no lo hice por mí, lo hice porque creí que a él le haría gracia saber que en España había cuatro locos que le leíamos. Me firmó los libros y estuvimos hablando un ratito sobre el festival, sobre si algún día alguien tendría los redaños de llevar Off Season al cine como dios manda, y sobre lo chula que era la edición española de Al otro lado del río (fantástico trabajo de la editorial El Andén, ya desaparecida). Me pareció un tipo del que debía molar bastante ser amigo.
Se ha muerto Jack Ketchum y me da mucha pena, pero me consuela que su obra haya quedado, en cierto modo, completa. Hay treinta libros suyos que la mayoría de nosotros aún no nos hemos leído, y su legado ha acabado permeando a numerosos autores posteriores que, desde el género de terror, han intentado analizar las partes más jodidas de nuestro comportamiento. Dignificó la literatura de tapa blanda, con tamaño de bolsillo y en papel de pasta. Citando de nuevo a Stephen King “Ningún escritor de terror que haya leído a Ketchum puede evitar verse influenciado por él”.
The Girl Next Door empieza con la frase “¿Crees que sabes lo que es el dolor?” Desde luego, el muy cabrón de Ketchum sabía cómo mantenerte agarrado a un libro mientras te lo explicaba.
Thanks for all the shivers, Jack.