¿Alguien se acuerda de cuándo empezamos a odiar colectivamente a Ben Affleck? ¿Y del por qué? Al menos para mí, es una bruma indefinida entre la empalagosa escena final de Persiguiendo a Amy (que, por lo demás, es lo más cerca que ha estado Kevin Smith de hacer una película redonda), y aquella lamentable secuencia de Armageddon en la que cantaba. En algún momento entre esos dos puntos, su pelo repeinado, su cara de buey y esas pequeñas orejillas rojas empezaron a hacérseme insoportables en pantalla. Su acartonado desempeño en títulos posteriores como Pearl Harbour, Pánico nuclear, Las fuerzas de la naturaleza u Operación Reno no hizo más que echar gasolina al fuego, y antes de darme cuenta me había unido sin remedio a la creciente legión de haters. La mera presencia de su jeto en el cartel de un nuevo estreno era motivo suficiente para no entrar al cine (hasta el punto de que no fui a ver Daredevil y me esperé a que la echaran por la tele, aún siendo un fan irredento del personaje de la Marvel). Su periodo de arrejunte con J.Lo, que hizo germinar una ristra de espantos fílmicos todavía más injustificables (Gigli o Jersey Girl) ya me pilló muy lejos de él. Simplemente, borré a Ben Affleck de mi cabeza. Conozco a un buen montón de gente a la que le pasó lo mismo.
Pero entonces llegó el 2010, y Affleck se descolgó de pronto con la estupenda The Town, Ciudad de ladrones, una película de atracos seca y afilada como una mala cosa. La dirigió, escribió y protagonizó, y se las ingenió para brillar en los tres apartados. Poco antes ya había mostrado ciertos destellos de recuperación, bordando en la correcta Hollywoodland el papel secundario de George Reeves (el actor que hacía de Superman en la serie de TV de los 50), y debutando tras la cámara con Adios, pequeña adios, un thriller de inusitada solidez dramática. Todo aquello empezaba a apuntar a palabras mayores, a que quizás habíamos sido un tanto injustos con el muchacho y que, después de todo, no sólo era un actor competente sino un director/guionista con personalidad y buen ojo (es cierto que, en los inicios de su carrera, ya había ganado un premio de la academia por co-escribir junto a Matt Damon la algo sobrevalorada El indomable Will Hunting, pero aquello le pareció un simple golpe de suerte a casi todo el mundo). Dos años más tarde, en 2012, la multipremiada Argo fue una confirmación que desbordó incluso las previsiones más optimistas. Ben Affleck, convertido casi de la noche a la mañana en una de las voces más interesantes del nuevo cine americano. Tócate los cojones…
Sin embargo, cuesta eliminar los vicios adquiridos. Así que cuando saltó la noticia de que Affleck había sido el elegido para encarnar al hombre murciélago en ese combate de wrestling fílmico que promete ser el Superman vs. Batman de Zack Snyder (cualquier peli fantástica que incluya un “vs.” en el título ya está dejando clara su naturaleza de ejercicio circense un tanto menor, llámese Aliens vs. Predator, Freddy vs. Jason o Godzilla vs. Frankenstein), volví a sumarme a la turba enfervorizada que recorría internet agitando antorchas virtuales y cagándose en la estampa del actor de Boston. ¿Cómo que el tarambana ese iba a ser el sustituto de Christian Bale? ¿Se habían vuelto todos locos? ¿A quién se habría follado para lograr el papel? Así me pasé las primeras semanas, lanzando veneno dialéctico en toda red social a la que tuve acceso. Hasta que, un buen día, cierto amigo que contemporiza estas cosas bastante más que yo me soltó algo del estilo de “¿Ben Affleck hará de Batman? Pues ya ves tú qué cosa, ni que fuera interpretar a Enrique VIII…”. Al oír esa frase, tan precisa en su simplicidad, se me deshinchó la vena gorda… tomé aire… reflexioné sobre todo el puñetero asunto durante diez minutos… y llegué a la conclusión de que mi amigo tenía razón. Ben Affleck como Batman… ¿y qué? ¿Donde está el problema?
Dejando de lado a los anecdóticos Lewis Wilson y Robert Lowery que dieron vida al personaje en seriales de los años 40, y la parodia semi-consciente de Adam West en la televisión sesentera (él parecía ser el único en no darse cuenta de que estaba protagonizando una serie de humor), el papel de Batman nunca ha estado exento de polémica. Salvo Christian Bale, todos los actores que se han enfundado la máscara negra con orejitas han recibido su buena ración de sopapos: Michael Keaton supo salvar el trago con mucho oficio (su intensidad interpretativa es lo mejor de las «timburtonianas» Batman y Batman Vuelve), pero no hay olvidemos que en un principio su elección levantó ampollas por ser un actor de comedia, de aspecto fofo y con una estatura que no llegaba al metro ochenta. Tras él, Val Kilmer interpretó en Batman Forever a una versión del héroe clavada a la de los tebeos en lo morfológico pero plana en lo dramático (quizás, de haber contado con un mejor guión estaríamos hablando de otra cosa…). Por último, George Clooney se creía tan poco lo que veía cuando se miraba al espejo enfundado en el puñetero traje con pezones, que en Batman y Robin (¿el peor filme de tipos con capa que nunca haya parido un gran estudio?) ni siquiera se esforzó por hacerlo bien. Así pues, repasando este historial, ¿de verdad es TAN terrible la apuesta por Affleck?
Si os dijese que el próximo actor en hacer de Bruce Wayne/Batman será una estrella de Hollywood, que además es un geek declarado de los tebeos de superhéroes (o sea, que respeta y comprende el material con el que tiene que trabajar), que atesora experiencia en casi todos los géneros cinematográficos (comedia, drama, acción, fantástico… sólo le falta una del oeste), que ha recibido diversos galardones como director, productor, guionista y actor (incluyendo dos Oscars), y que físicamente es un armario de 1,92 de estatura, con un cuerpo musculado de casi 100 kilos de peso y una mandíbula prominente (o sea, ES Batman), seguro que os pondríais a salivar de inmediato, ¿no? Entonces, si a continuación os dijese que ese tipo responde al nombre de Ben Affleck, ¿qué justificaría que de pronto arrugaseis la nariz? ¿Qué parte exacta de su currículum creéis que le invalida para interpretar a un tío que lucha contra el mal disfrazado de quiróptero? ¿Que hace DOCE PUTOS AÑOS protagonizó Daredevil, una mala peli de justicieros con cuero y licra? ¡Joder, superadlo ya! Ok, acepto que quizás no fue el Matt Murdock más carismático posible, pero os voy a contar un secreto: Affleck no escribió el ridículo guión de Daredevil, no diseñó el estúpido look del villano Bullseye, no decidió que Kingpin fuese negro, no redujo a un personajazo como Elektra a mero interés romántico y no tuvo nada que ver con todos los demás aspectos que no funcionaban en aquel bodrio. De hecho, el trabajo interpretativo de Ben Affleck fue bastante funcional, pasando casi desapercibido entre la debacle que estallaba a su alrededor (Colin Farrell y Michael Clarke Duncan estaban bastante peor que él, sin ir más lejos).
De haber redactado este artículo hace sólo un mes, antes de la aparición del primer teaser-trailer de Superman vs. Batman, incluso podría haber esgrimido el argumento de que fichar a Affleck era un movimiento inteligente para aportar algo más de ligereza, colorido y espíritu pulp a las adaptaciones fílmicas de los tebeos de la editorial DC, un universo superheróico que tras el «tríptico murcielaguero» de Christopher Nolan (Batman Begins, El caballero oscuro y El caballero oscuro: la leyenda renace), más la indigesta Man of Steel, empieza a acumular ya demasiado siniestrismo y espesor narrativo. Por desgracia, el trailer en cuestión deja ver los mismos vicios de siempre: exceso de seriedad y drama, mucha noche y mucha lluvia y personajes con cara de pasarse el día cagando mármol. Con Affleck o sin él, esto tiene pinta de ladrillazo.
[Nota al margen, que daría para otro escrito: está la mar de bien que Batman sea un mega-fascista y se calce la exo-armadura para apalizar hijos de Krypton, pero que el tebeo de referencia sobre el justiciero de Gotham siga siendo el Dark Knight de Frank Miller, que tiene ya 30 años, revela de manera muy elocuente el problema de autoestima que tiene DC con su galería de personajes; parece que a la gente de Warner Brothers sigue sin entrarle en la mollera que los tebeos de superhéroes son sobre todo DI-VER-TI-DOS, algo que en cambio Marvel ha entendido de putísima madre; si en DC/Warner quieren tener alguna opción de hacerse nicho de mercado en este género, deberían virar cuanto antes hacia el espíritu festivo del Superman de Richard Donner; aunque fuese un poco].
Incluso, podría decirse que hay una coda tras la decisión de confiar el papel a Ben Affleck: aunque la cosa acabe siendo un desastre de proporciones bíblicas, apostaría a que será un desastre positivo. Porque después de lo alto que dejó el listón Christian Bale, estaba claro que cualquiera que viniese detrás nos iba a parecer peor por comparación, iba a tener que cargar con una pesada mochila de prejuicios. Tampoco hay demasiada gente que dé un chavo por Jared Leto como nuevo Joker, teniendo en cuenta lo alargadísima que es la sombra de Heath Ledger. Sin embargo, si Affleck y Leto fracasan, su sacrificio servirá al menos para liberar a los personajes del peso del mito, y los actores que vengan después de ellos lo tendrán mucho más fácil. Es algo comparable a lo que le ocurrió a Brandon Routh en Superman Returns (otro largometraje de superhéroes para pegarse un tiro): recoger el testigo de Christopher Reeve era una tarea imposiblemente compleja, pero la tunda de palos que se llevó, “inmolándose por la causa”, allanó el terreno para que el posterior Henry Cavill pudiese componer un acercamiento al personaje más limpio y libre de suspicacias.
Vamos, que sí, que Ben Affleck ha cometido muchos errores a lo largo de su carrera (por un momento pareció que eligiese proyectos utilizando una ruleta). Pero ha pagado con creces por ellos y ha conseguido salir vivo, reinventándose y puliéndose como actor hasta unos límites que parecían improbables no hace tanto (en sus dos últimos trabajos, To The Wonder y Desaparecida, estaba estupendo). Sigue teniendo una filmografía irregular, pero acordaros de lo que pensábamos sobre Robert Downey Jr. sólo uno o dos años antes de verlo metido en la armadura de Iron Man; o aún más extremo, lo que pensábamos de Matthew McConaughey antes de que, sin previo aviso, empezase a callarnos la boca con papeles descomunales como los de Killer Joe, El lobo de Wall Street, Interestelar o True Detective (ya, ahora va a resultar que siempre habéis sido fans de McConaughey; no me hagáis reír…). Pocas cosas hay más cerriles que el fandom, pero de verdad, haced el siguiente ejercicio: durante los próximos 30 segundos vaciad de prejuicios vuestra quijotera, mirad la imagen bajo estas líneas y decidme, con sinceridad, dónde están los ocho puñeteros errores. Porque por más que me fijo, no los veo por ninguna parte. Yo lo único que veo en esta foto… es a Batman.