1-0 de Matthieu, 1-1 de Cristiano Ronaldo, 2-1 de Suárez y chimpum (¿se dice «Chimpum», «Chinpum» o «Chimpún»? Nunca lo he sabido…). En eso se resume el partido, uno de los Barça – Real Maligno más eléctricos y de ida y vuelta de los últimos años. Ahora vayamos con los detalles: dicen las cantinelas que llegan desde Mordor que los de blanco, ayer, dominaron a un Barça que no tuvo la pelota y solo fue mejor en las áreas. A ver… ¿a alguien le parece insuficiente ser mejor EN LAS DOS ÁREAS de un partido de fútbol? Las áreas, que entre ambas delimitan un tercio del terreno de juego, son las zonas donde acaban sucediendo las cosas, donde se ganan y pierden partidos y títulos. Ahora va a resultar que tener pegada delante y seguridad atrás no es un ideal deseable. La de cosas que aprende uno leyendo el As y viendo El Chiringuito.
Es cierto, sí, que el Maligno fue mejor (a ratos MUY mejor) que el Barça durante al menos una hora de match. Tuvo más juego combinativo (descomunal Benzema), más velocidad de ejecución, más constancia en la presión y las ideas mucho más claras, pero ¿mereció más? Rotundamente no, porque de hecho TUVO ese más: tres o cuatro ocasiones francas (sobre todo en la primera parte) que falló sin ayuda de nadie. No las metió y la culpa fue enteramente suya. Si durante muchos años he criticado a los Barça en crisis, argumentando que dominar el balón y perder no es jugar bien al fútbol, porque como mínimo estás haciendo algo mal (no meter goles, lo más importante), tirando de la misma lógica me permito afirmar ahora que los de Ancellotti fueron ayer un equipo estupendo en ciertas fases del juego, pero carente de solidez, con mandíbula de cristal y un depósito de combustible limitado. Un equipo que empató en la jugada siguiente a poderse haber visto 2-0 abajo, un equipo con una defensa de broma y un portero estatua, un equipo que en la media hora final estaba físicamente muerto (que se lo hagan mirar, porque todos los partidos de aquí a final de temporada les van a durar 90 minutos como mínimo) y que fue mareado persiguiendo sombras. Jugaron bien en líneas generales, pero dejaron demasiadas zonas oscuras que les condenaron. O sea, que no jugaron tan bien. Por eso hoy el merenguismo llora en tertulias y columnas de opinión por la leche derramada, la oportunidad perdida de machacar al Barça antes del descanso. Se siente. No hay bracitos, no hay galletitas.
Otro día hablaremos de cómo nuestro centro del campo vive un ocaso generacional que no se va a solucionar por muchos Rakitics que vengan (una vez más tuvo que acabar saliendo al cesped Hernández para que todo volviese a tener sentido), de cómo taponarnos a un único jugador (Messi) sigue siendo el modo más efectivo de ralentizar nuestra circulación de medio campo para adelante, de la falta de sustancia que seguimos demostrando como grupo (y que las victorias van maquillando), y de si el resultadismo y la racanería eficaz de Luis Enrique (ayer jugamos con la defensa más atrasada que yo recuerdo haber visto en el Camp Nou) nos compensan en estos tiempos de arnica colectiva en los que toca ganar como sea (un Iniesta menor repartiendo estopa en lugar de asistencias). Nos hemos vuelto un equipo físico y contragolpeador, es cierto. Pero ayer ganamos un Clásico, ganamos a los discípulos de Satán, y eso no entiende de análisis futbolísticos. Eso era una necesidad. La Liga no está ni muchos menos ganada (me temo que aún perderemos unos cuantos puntos tontos), pero ahora mismo hay 19 equipos que se cambiarían por nosotros.
Tampoco me convence el discurso merengue de «Estamos contentos, dimos la cara». Bueno, más que no convencerme me tranquiliza, viniendo de un conjunto que hace un par de meses alardeaba de imparable campeón del mundo, aireaba la bandera de las 22 victorias seguidas, se postulaba para revalidar la Champions y apuntaba a batir todo tipo de records. Un equipo que, ya que hablamos de rachas, esta temporada ha ganado UNO de los SIETE partidos que ha disputado contra sus tres principales rivales domésticos, tanto en liga como en copa (Barça, Valencia y At. Madrid). ¿Ese es el listón que se ponen ahora? ¿»Dar la cara» y palmar? Me parece bien. Cuatro puntos por detrás. Tal día hará un año.