15 películas para el 2015 (segunda parte)

Segundo (y último) videotocho dedicado a las mejores películas de estreno que he videado a lo largo del curso que acabamos de finiquitar. Vamos con el Top 10, que combina con primor las elecciones obvias (no sé de ninguna lista de «el mejor cine del 2015» de la que se haya escapado la salvaje ópera post-apocalíptica dirigida por George Miller), los hipsterismos arrebatados (ojo: a mí ya me gustaba Canino antes de que Giorgos Lanthimos se pusiera de moda) y algunas marcianadas que, si doce meses atrás me llegan a decir que estarían entre mis favoritas, no me lo hubiera creído (y lo de marcianadas es literal; ¿Alguien confiaba, a estas alturas, en que Ridley Scott protagonizaría la resurrección cinematográfica del año?).

En resumen: un año de cine cojonudísimo.

15 películas para el 2015 (primera parte)

Los meses de enero/febrero me chiflan, entre otras cosas porque me sirven como coartada perfecta para elaborar listas de “lo mejor y lo peor” del año que acaba de finiquitarse; y pocas cosas son más divertidas que hacer listas de “lo mejor y lo peor” del año. Sobre todo si te las tomas en serio, de manera exhaustiva, con un sentido ineludible de la responsabilidad. Porque ya se sabe que el único modo de dar relevancia a las cosas que no sirven para nada es llevarlas a cabo como si te fuera la vida en ello.

Así pues, aquí os traigo la primera parte (de dos) del videotocho en el que comento mi lista de las mejores y peores películas que he visto durante el 2015. Concretamente las 5 peores y las 15 mejores, tomando como referencia cualquier título que se haya estrenado en las salas comerciales españolas entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 2015 (con independencia de que en sus países de origen se estrenasen en una fecha anterior). Se quedan fuera, en una supuesta categoría “ni fu ni fa” cintas como Foxcatcher (no sé lo que está tratando de contarme, y la nariz postiza de Steve Carell me pone nervioso), Del revés (la encontré algo desaprovechada, un punto magufa, otro punto cateta y molestamente moralizante), Black Mass (si vas a copiar a Scorsese, cópialo bien joder) o The Assassin (morfológicamente preciosa, sí, pero no superó la prueba del culo). También se quedan fuera por los pelos, como hipotéticas «decimosextas mejores películas del 2015», Ant-Man, Nightcrawler o 71, todas ellas muy meritorias. Pero claro, por algún lado tenía que cortar…

The Jinx: más extraño que la ficción

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“Claro que no conté toda la verdad. Nadie cuenta nunca toda la verdad”. – Robert Durst en The Jinx.

Antes de empezar, vayamos a lo fundamental… ¿Habéis visto The Jinx? ¿No? Ok, pues atended a lo que os voy a decir: aparcad cualquier otra serie que estéis siguiendo ahora mismo (¿Mr. Robot? ¿Fear the Walking Dead? ¿Better Call Saul? ¡Que les den por el saco, hombre!). Posponed lo que cojones sea que estéis haciendo. De hecho, dejad incluso de leer esta chorrada de artículo… y corred a ver The Jinx. Lo sé, a veces tengo unos gustos un tanto peculiares (me pasé todo un verano defendiendo que la canción Loca, de Malena Gracia, estaba a la altura de cualquier hit de Raffaella Carrà), pero os pido que me hagáis caso en esto. Luego me daréis las gracias. Es más, apuesto a que lo haréis dentro de muy poco, porque los seis episodios de The Jinx enganchan tanto que os la vais a ventilar a una velocidad absurda.

Decir que esta serie documental del canal HBO es el producto más sorprendente que ha parido la televisión en 2015 sería quedarse corto. Cortísimo. Así que para definirla voy a pasarme directamente dos pueblos: dudo que, en la última década, se haya emitido por la pequeña pantalla nada con mayor capacidad hipnótica que The Jinx. La última vez que me quedé tan boquiabierto ante la tele, un boeing 767 acababa de estrellarse contra la torre sur del World Trade Center, no os digo más. Por supuesto, las desventuras del millonario Robert Durst, el protagonista de The Jinx, resultan imposibles de comparar en una escala absoluta con los atentados del 11-S (ni siquiera yo soy tan cafre); pero si hablamos de drama real en estado puro, de mirar la pantalla con las uñas clavadas a los brazos del sillón mientras encadenas “what-the-fucks” uno detrás de otro, me atrevería a decir que, a día de hoy, no vais a encontrar en Netflix muchos estrenos recientes que superen a esto.

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Si The Jinx fuese ficción declarada (algún tipo de falso documental elaboradísimo), valoraríamos su sofisticada factura visual pero no podríamos por menos que ponernos condescendientes respecto a su alambicado guión, que catalogaríamos de tramposo, efectista, excesivamente melodramático y, a la postre, inverosímil. Pero es que, hay que joderse, los hechos que narra son verídicos de cabo a rabo. No sólo eso, sino incluso cabe decir que son «más reales que la realidad», por cuanto la han acabado modificando. No se trata de un simple reportaje periodístico sobre la vida de Robert Durst, sino de LA VIDA de Robert Durst sucediendo ante nuestros atónitos ojos.

Reduciéndola a su sinopsis básica podríamos decir que The Jinx desgrana, a lo largo de media docena de capítulos, un caso de desaparición/asesinato/no-se-sabe-bien-qué cuyas pistas y consecuencias se diluyen a lo largo de cuatro décadas (desde 1982 hasta ahora). La serie es, por supuesto, muchísimo más que un simple whodunit, pero no voy a daros información adicional porque este pastel se disfruta infinitamente más si lo vas catando a medida que te lo sirven (ahora que lo pienso, ni siquiera tendríais que miraros el tráiler que adjunto bajo este párrafo). Aún así, los ansiosos dispuestos a fastidiarse buena parte de la diversión sólo necesitarán una sencilla búsqueda en Google para enterarse de todos los pormenores del crimen, que en los EE.UU. fue un escandalazo de lo más llamativo.

Baste decir que The Jinx son cuatro horas y media de televisión que te mantienen en vilo de principio a fin (no conozco a nadie a quien se la haya recomendado y haya tardado más de dos sentadas en zampársela entera), que la historia que cuenta es de no dar crédito, que está filmada con un estilazo visual y montada con un sentido descomunal del drama, y que cada episodio incluye al menos uno o dos momentos que te dejan la mandíbula a la altura de la moqueta; y todo eso sin apenas efectismos, sin exceso de casquería en las recreaciones, sin fijar la lupa en el morbo con los entrevistados… pero desplegando una contundencia narrativa que congela la sangre.

all-good-things-posterThe Jinx ha sido dirigida por Andrew Jarecki, y supone cinco años de trabajo realizando entrevistas, revisando pruebas policiales, visitando escenas del crimen y orquestando reconstrucciones dramatizadas con actores. Antes de eso, en 2010, el propio Jarecki ya demostró cierta obsesión por este mismo misterio al dirigir Todas las cosas buenas, un largometraje “basado en hechos reales” en el que contaba lo que se sabía sobre la historia de Durst hasta ese punto. Protagonizado por Ryan Gosling, Kirsten Dunst y Frank Langella, Todas las cosas buenas era un drama voluntarioso pero a la postre tópico y, citando a Bilbo Bolsón, “disperso como mantequilla untada sobre demasiado pan”. A Jarecki le faltaban datos para rellenar los huecos y sobre todo le faltaba un discurso moral. Daba la sensación de que sabía que ahí tenía el germen de una gran trama, pero no había sabido encontrar el formato ni el tono adecuados para contarla. Pero mira tú qué cosas, resulta que Robert Durst vio la película, le gustó el enfoque de Jarecki (que le había pintado bajo una luz positiva, quizás dejándose llevar por cierta fascinación hacia el personaje), y decidió hacerle un regalo que no le había hecho jamás a nadie: concederle una entrevista exclusiva en la que hablar del caso. Ahí, Jarecki encontró su discurso moral. Ahí se gestó una obra maestra. Ahí nació The Jinx.

Se podrá criticar que Jarecki manipule al espectador soltando la información en el orden y con la cadencia que le conviene para lograr mayor impacto, e incluso que sus intereses periodísticos puedan haber llegado a obstruir en algún momento la labor policial, pero de algún modo lo que logra con eso es sumergirnos por completo dentro de la historia, hacer que la veamos del mismo modo en que, a lo largo de los últimos 30 y pico años, debe de haberla visto el público americano (o incluso algunos de los personajes implicados, como por ejemplo el círculo de amigas íntimas de la víctima, que siguieron investigando cuando aparentemente no quedaba nada que investigar).

grid-cell-1542-1426525210-0Dicha fórmula, además, aporta el plus de acabar convirtiendo en detective amateur a cualquier espectador lo bastante motivado. Yo mismo vi The Jinx un poco así, rebobinando la acción para volver a escuchar las palabras exactas de algunos de los testimonios, o parando la imagen para poder leer mejor qué decía tal noticia de periódico o tal listado de evidencias policiales. No me lo pasaba tan bien lanzando teorías al aire desde los buenos tiempos de Perdidos (sí, hubo una época en la que comerse la olla tras un buen episodio de Perdidos era más divertido que follar, no lo neguéis). No obstante, la diferencia principal con Perdidos es que, al acabar cada entrega de The Jinx te viene a la cabeza la misma frase, una reflexión escalofriante que lo pone todo en perspectiva y te deja mirando al blanco de la pared, estupefacto: “Joder… es que todo esto pasó DE VERDAD”. A menudo, un buen documental te sorprende, te entretiene o te hace reflexionar, pero no es nada común que llegue a alterarte tanto como para generar una respuesta física. Sin embargo, viendo los últimos diez minutos del capítulo final tuve que poner la pausa durante un rato. Estaba sudando. Tenía el pulso acelerado. Una parte de mí no quería seguir mirando. En resumen, pasé miedo.

The Jinx desnuda las miserias, ridiculeces legales y fallos de bulto que subyacen en todo procedimiento policial, un sistema falible y por momentos francamente estúpido. La tesis de base es que, en cualquier investigación criminal, lo importante no son tanto las pruebas como la manera de mirar y juzgar esas pruebas, y que la justicia ya no es que sea ciega, sino que a menudo se basa en la empatía que generen las víctimas y los acusados. El esclarecimiento de un crimen puede llegar a decir mucho más sobre la sociedad que lo investiga que sobre el propio crimen. En su día, OJ Simpson se libró increíblemente de una acusación de homicidio pese a tener todas las evidencias en su contra, y lo hizo porque la sociedad prefirió verle como un héroe caído en desgracia. Robert Durst, con su cara de ratón y sus pequeños ojitos negros, que tan pronto parecen los de un demoni0213durst02o como los de un niño que sólo quiere que le abracen, consigue despertar de forma alterna compasión y rechazo, confianza y terror. A medida que avanza la acción nos ponemos de su lado o en su contra, y a veces ambas cosas al mismo tiempo, como en esas películas en las que quieres que el villano se salga con la suya. Como en Pelham 1, 2, 3, por ejemplo, en la que te identificabas con Walter Matthau pero no podías dejar de cruzar en secreto los dedos para que la banda de atracadores liderada por Robert Shaw se saliese con su plan. La gracia de The Jinx es que en ciertos episodios no tienes ni pajolera idea de cuál de los dos arquetipos, víctima o villano, es Robert Durst.

Jarecki ya nos había puesto el alma del revés hace algo más de diez años con Capturing the Friedmans, otro documental que incluso llegó a estar nominado al Oscar, y que explicaba la desintegración interna de una familia a partir de sus filmaciones caseras, tras una acusación de pederastia. Capturing the Friedmans no se preocupaba tanto en demostrar culpabilidades o inocencias como en certificar que la verdad absoluta, a veces, no es más que un constructo de nuestra mente, una papilla de valores morales sacralizados y percepciones distorsionadas que la sociedad se traga sin hacerse más preguntas. Este es también el discurso de fondo de The Jinx. La verdad es mutable, porque en realidad lo único que importa, lo único que tendrá consecuencias, es la verdad que alcanzamos a percibir. La verdad es lo que ocurre mientras la cámara sigue filmando.

Y ahora sed buenos, haced lo que os dice el tito Pamundi y ved The Jinx

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The Americans: Espías como nosotros

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La actual era dorada de las series de televisión, que han reemplazado en buena medida al cine como medio generador de mitos populares (Juego de Tronos es quizás la obra de ficción audiovisual con mayor penetración cultural desde Star Wars, y eso ya lo dice todo), propicia que, incluso por debajo de los productos más visibles (esos que se llevan toda la audiencia y todos los premios, como House of Cards, Breaking Bad, True Detective o Fargo), haya una «segunda división» de títulos menos conocidos (y también menos reconocidos), pero como mínimo igual de buenos.

The Americans es una de las más redondas de esas «hermanas pobres», series a las que casi nadie parece prestar atención y a las que nunca se menciona en la gala de los Emmy (aunque ahora, tras dos temporadas excelentes, parece que el aluvión de buenas críticas la está ayudando por fin a salir del anonimato televisivo). Narra las desventuras de una pareja de espías soviéticos que viven y trabajan en los EE.UU. de principios de los años ochenta (el periodo más caliente de la Guerra Fría), incrustados en la sociedad americana como si fueran el perfecto matrimonio yanqui, una tapadera tras la cuál se pasan el día analizando microfilms, montando dispositivos de escucha, disfrazándose para sonsacar información (tienen una colección de pelucas que ni Mortadelo) y limpiándole el forro a cualquiera que amenace con desenmascararlos. La trama tira de todos los gadgets sobre los que hemos oído hablar a lo largo de décadas y décadas de mitificación del espionaje, desde los micrófonos escondidos en plumas estilográficas hasta los paraguas con agujas retráctiles que inoculan veneno; elementos que podrían dar pie a la comedia estilo Superagente 86 pero que, en una serie tan bien ejecutada como ésta, parecen absolutamente verosímiles. Su creador y principal guionista, Joe Weisberg, fue miembro de la CIA, y se nota que sabe de lo que habla.

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Porque en The Americans todo funciona de perlas, destacando especialmente la precisa puesta en escena, la carismática pareja protagonista (a Keri Russell ya la conocíamos por Felicity, pero el tal Matthew Rhys, que no sé de dónde narices ha salido, me parece un actorazo), y unos guiones que tienen el mérito de saber jugar al encaje de bolillos culebronesco sin perder en ningún momento el fuelle ni la credibilidad, y que desarrollan con igual acierto las conspiraciones en la sombra que los conflictos de pareja (ella es una patriota totalmente entregada a la causa, mientras que él no le haría ascos a cambiar de bando porque con el capitalismo y el aire acondicionado se vive muy bien). De hecho, precisamente el elemento dramático de la serie es lo que te acaba absorbiendo e implicando por completo en la suerte de los personajes (y no solo de los principales: el elenco de secundarios tiene tanta enjundia que daría para un artículo propio), lo que te hace ver los finales de temporada con los puños apretados y conteniendo la respiración. De momento, los dos que llevamos han sido dos clases magistrales de ritmo, tensión y giros inesperados bien resueltos.

The Americans recuerda a John Le Carré y a Frederic Forsyth, y genera en el espectador el «placer culpable» de ir con los malos, que siempre es muy satisfactorio. No obstante, buena parte de su gracia es precisamente que no hace juicios morales, ninguno de sus personajes es héroe ni villano. Todos son brutales (en el mal sentido) y todos son humanos. Todos son, de algún modo, supervivientes que hacen lo que pueden para proteger a los suyos sin dejar de cumplir con su deber (aunque se pasen el día atenazados por los remordimientos, cuestionándose si tantas mentiras y sangre derramada llevan a alguna parte). Como dice una espía rusa en una escena muy reveladora: “Vosotros los americanos pensáis que todo es blanco o negro. Pero para nosotros, todo es gris». The Americans es una serie de infinitos matices de gris. Un pedazo de serie, que deberías estar viendo.

PAMUNDI MUSIC AWARDS 2014, parte 4 (y última)

blaugranalvent Y llegamos a la lista de las 70 mejores tonadas del año, que es lo que interesa de verdad a la muchachada. Para escucharlas todas junticas, AQUí tenéis una playlist de You Tube la mar de cuca y AQUÍ otra playlist de Spotify, aunque en este segundo caso faltan 4 tonadas: la de Caustic Window en el puesto 47, la de Taylor Swift en el puesto 39, la de Bing & Ruth en el puesto 33 y la de Ty Segall en el puesto 15 (se siente; buscaros la vida, que se os ve gente espabilada…). Por lo demás, con esto doy por completados los PAMUNDI MUSIC AWARDS 2014. El jolgorio y el CRITERIO volverán en los PAMUNDI MUSIC AWARDS 2015. ¡Muac!

70
Tegan and Sara (Feat. The Lonely Island)
Everything is Awesome
https://www.youtube.com/watch?v=StTqXEQ2l-Y

69
Los Ganglios
LOL
https://www.youtube.com/watch?v=kTy1x5b6puo

68
Rival Sons
Electric Man
https://www.youtube.com/watch?v=clWhixvgN3I

67
El columpio asesino
Escalofrío
https://www.youtube.com/watch?v=HubmEmgwxWo

66
Against Me!
Transgender Dysphoria Blues
https://www.youtube.com/watch?v=TFgFGgjNQ4E

65
Bryan Ferry
Loop De Li
https://www.youtube.com/watch?v=6a0_ko3Vr68

64
The Orwells
Who Needs You
https://www.youtube.com/watch?v=AwAdhvvGFlo

63
Tinashe
Pretend
https://www.youtube.com/watch?v=kV_4PA3RSr4

62
TV on the Radio
Happy Idiot
https://www.youtube.com/watch?v=OaKVy-FlaUA

61
Wolves in the Throne Room
Celestite Mirror
https://www.youtube.com/watch?v=NG67MoJGmvE

60
Cuello
Ábreme el almacén
https://www.youtube.com/watch?v=GPUsuEG2GqY

59
Trust
Capitol
https://www.youtube.com/watch?v=cu438gwa4uE

58
Damien Rice
The Box
https://www.youtube.com/watch?v=dCkCWjc8xVI

57
…And You Will Know Us by the Trail of Dead
The Doomsday Book
https://www.youtube.com/watch?v=MZwv522VR2g

56
Kendrick Lamar
i
https://www.youtube.com/watch?v=8aShfolR6w8

55
Alvvays
Archie, Marry Me
https://www.youtube.com/watch?v=ZAn3JdtSrnY

54
Ariel Pink
Not Enough Violence
https://www.youtube.com/watch?v=98hcVICJWZE

53
Shovels & Rope
Bridge on Fire
https://www.youtube.com/watch?v=1imu8lwtNi0

52
Jessie Ware
Pieces
https://www.youtube.com/watch?v=xM8nxVccTdo

51
Botanist
Stargazer
https://www.youtube.com/watch?v=XnLaKpgzT8w

50
Cymbals Eat Guitars
Jackson
https://www.youtube.com/watch?v=EHSIHm3Zjr8

49
Nicki Minaj
Anaconda
https://www.youtube.com/watch?v=LDZX4ooRsWs

48
Real Estate
Primitive
https://www.youtube.com/watch?v=BH1xhu6JEoI

47
Caustic Window
101 Rainbows (ambient mix)
https://www.youtube.com/watch?v=hJi3NOyYcUM

46
Apathy (feat. Chris Webby)
Back in New England
https://www.youtube.com/watch?v=36BNDJmt5ls

45
Thee Silver Mt. Zion Memorial Orchestra and Tra-La-La Band
Take Away These Early Grave Blues
https://www.youtube.com/watch?v=49hwepxljT0

44
Ariel Pink
Put Your Number In My Phone
https://www.youtube.com/watch?v=TYoQ6WLuMq4

43
Tove Lo
Habits (Stay High)
https://www.youtube.com/watch?v=oh2LWWORoiM

42
Single
Me enamoré
https://www.youtube.com/watch?v=txsNes46m1k

41
Azealia Banks
Heavy Metal and Reflective
https://www.youtube.com/watch?v=nQOD8M6Okoc

40
El Último Vecino (Feat. Javiera Mena)
Culebra, Columna y Estatua
https://www.youtube.com/watch?v=UOSDp9PVfJU

39
Taylor Swift
Out of the Woods
https://www.youtube.com/watch?v=B0JC9x3xnWw

38
Ought
Habit
https://www.youtube.com/watch?v=gZ9Gkg_tado

37
Angel Olsen
Hi-Five
https://www.youtube.com/watch?v=oL_3Y4zNnqg

36
Neneh Cherry
Spit Three Times
https://www.youtube.com/watch?v=3ZIcS99JiH8

35
Benjamin Booker
Violent Shiver
https://www.youtube.com/watch?v=zm-rb8k1HkU

34
The hotelier
An Introduction to the Album
https://www.youtube.com/watch?v=PHsBgcwOw6Y

33
Bing & Ruth
The Towns We Love Is Our Town
https://www.youtube.com/watch?v=Q-VWqDOCCfI

32
Royksöpp (Feat. Robyn)
Monument
https://www.youtube.com/watch?v=Zo6UnKr6Bwg

31
Jenny Hval & Susanna
I Have Walked This Body
https://www.youtube.com/watch?v=C500tXJVZNw

30
Los Punsetes
Arsenal de excusas
https://www.youtube.com/watch?v=z6kkiL37AII

29
Rivulets
Your Own Place To Ruin
https://www.youtube.com/watch?v=MakZiGPVta0

28
Aphex Twin
minipops 67 (Source Field Mix)
https://www.youtube.com/watch?v=wm1XwkOHxx8

27
Panda Bear
Mr Noah
https://www.youtube.com/watch?v=CmXIIL2tmR8

26
Clark
Winter Linn
https://www.youtube.com/watch?v=XisOVzJ32_g

25
Mogwai
Remurdered
https://www.youtube.com/watch?v=PY7oNKQIAms

24
Grouper
Holding
https://www.youtube.com/watch?v=HxAHQLtN8wc

23
Lana del Rey
Cruel World
https://www.youtube.com/watch?v=-wa0CFqySSA

22
Sia
Fire Meet Gasoline
https://www.youtube.com/watch?v=UvRphO1Mh0I

21
Ariana Grande (Feat. Iggy Azalea)
Problem
https://www.youtube.com/watch?v=iS1g8G_njx8

20
La Roux
Let Me Down Gently
https://www.youtube.com/watch?v=KlyDYI_ddZY

19
Pharmakon
Intent or Instinct
https://www.youtube.com/watch?v=P7ySrD4ilf4

18
The New Pornographers
Dancehall Domine
https://www.youtube.com/watch?v=TBDzsNwe56w

17
The War on Drugs
Red Eyes
https://www.youtube.com/watch?v=1LmX5c7HoUw

16
D’Angelo & The Vanguard
Ain’t That Easy
https://www.youtube.com/watch?v=lZoxdPGu_4E

15
Ty Segall
The Singer
https://www.youtube.com/watch?v=Quou6o05g5A

14
Run the Jewels
Oh My Darling Don’t Cry
https://www.youtube.com/watch?v=G-S9mtYowPY

13
Sharon Van Etten
Your Love is Killing Me
https://www.youtube.com/watch?v=nyuPWHwZru0

12
St. Vincent
Digital Witness
https://www.youtube.com/watch?v=mVAxUMuhz98

11
Swans
Oxygen
https://www.youtube.com/watch?v=Xs6m9HeWXck

10
FKA twigs
Two Weeks
https://www.youtube.com/watch?v=3yDP9MKVhZc

9
Liars
Mess On a Mission
https://www.youtube.com/watch?v=jbrNt-dMDsY

8
Perfume Genius
Queen
https://www.youtube.com/watch?v=Z7OSSUwPVM4

7
Sun Kil Moon
Dogs
https://www.youtube.com/watch?v=1fm25YRaZP0

6
Sia
Chandelier
https://www.youtube.com/watch?v=2vjPBrBU-TM

5
D’Angelo & The Vanguard
Sugah Daddy
https://www.youtube.com/watch?v=vo3RAH0zLlU

4
Swans
She Loves Us
https://www.youtube.com/watch?v=IA9lA1QPCbU

3
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Water Fountain
https://www.youtube.com/watch?v=jbiFcPhccu8

2
Future Islands
Seasons (Waiting on You)
https://www.youtube.com/watch?v=1Ee4bfu_t3c

1
The War on Drugs
An Ocean In Between the Waves
https://www.youtube.com/watch?v=23GdGEzZPvE

PAMUNDI MUSIC AWARDS 2014, parte 1

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INTRO COÑAZO

Más vale tarde que nunca, decían, ¿No? Pues efectivamente, más tarde que nunca (mediados de febrero) llegan los PAMUNDI MUSIC AWARDS en su edición 2014 (la octava ya). El buen gusto y el eclecticismo “poser” bien entendido llaman a la puerta de vuestra caverna, oh botarates, para traeros la LULZ de la razón en forma de CRITERIO musical.

¿De qué diantres estoy hablando, se preguntarán quienes entren en contacto por primera vez con esta mierda? Pues corto/pego la misma explicación que suelto en cada nueva edición: los PAMUNDI MUSIC AWARDS son mis listas particulares de los que considero mejores álbumes y tonadas del año recién acabado. La lista de álbumes incluye 20 entradas, mientras que la de tonadas incluye 70. ¿Por qué 20 y 70? Esto ya me cansé de explicarlo en el 2012, así que tiremos millas…

Escucho lo que escucho a base de seguir la actualidad de webs como Popmatters, Consequence of Sound, Tiny Mix Tapes, The Wild Honey Pie, Stereogum, Pitchfork, Uncut, Any Decent Music, NME, Spin, Paste, Mojo, Hipersónica, Jenesaispop o The Needle Drop (no puedo dejar de recomendar especialmente esta última, el excelente video-blog de Anthony Fantano). En cuanto a revistas de papel impreso, tal como está el patio cada vez me parecen un medio más lento y menos relevante, así que con los años mi consumo se ha ido reduciendo hasta limitarse a algún número ocasional de Mondosonoro y RockdeLux (los especiales con “lo mejor del año”, sobre todo).

Como de costumbre, voy a empezar dando la brasa con un artículo de resumen sobre lo que me ha parecido esta añada musical…

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Un curso raro en lo musical, este 2014. Lleno de “comebacks” inesperados, algunos de los cuales han salido muy bien (Neneh Cherry), otros ni fu ni fa (Bryan Ferry), y algunos incluso han hecho pasar vergüenza ajena a más de un fan (Pixies). Además, han saltado al primer plano muchos artistas que hasta ahora siempre habían permanecido un poco a la sombra de las grandes estrellas del pop/rock alternativo. Ha sido el año de Future Islands (su arrasador paso por el programa de David Letterman es posiblemente el momentazo del 2014), de The War on Drugs, de Lana del Rey (Ultraviolence es un disco fantástico de baladones fantasmagórico-glamourosos que nadie esperaba tras el acartonado Born to Die de hace dos años), o sobre todo de Sia, una escritora de canciones para gente como Beyoncé, Rihanna, Kylie Minogue o Madonna que por fin ha decidido dar un paso al frente y componer hits para sí misma, erigiéndose en la reina del cotarro gracias a un álbum, 1000 Forms of Fear, prolijo en estribillos descomunales como los de Chandelier o Fire Meet Gasoline, y además orinándose en el manido concepto de “diva pop” (se negó a mostrar su cara en el libreto del disco, no aparece en ninguno de sus videoclips e incluso ha llegado a actuar de espaldas a la cámara en algún programa de TV). Sia es una de esas tipas que caen bien porque aportan inteligencia a un negocio que normalmente está más dominado por la capacidad de enseñar pechuga que por los valores musicales.

En el 2014 he vuelto a pulverizar mi récord de escuchas, metiéndome por los tímpanos la burrada de 320 álbumes nuevos, que son bastantes más que los 230 del año pasado o los 180 del 2012. Ha sido casi sin querer, no creáis, porque la sensación que tengo no es la de haberme saturado mucho más de música que otras veces, sino todo lo contrario. A esto, sospecho, ha colaborado decisivamente mi suscripción a Spotify Premium (tenían una oferta de tres meses a 1€ y me tiré en plancha). Eso me ha permitido acceder a mucha más música y sobre todo de manera mucho más fácil (en el ordenador, en el móvil, en la tele… todo el día dándole). En Spotify no lo encuentras todo (como ausencias notables destacaría a Taylor Swift o el último de Ty Segall, por ejemplo), pero sí CASI todo. En general estoy más contento que unas pascuas con ellos.

Posiblemente, este haya sido el año de la última década en el que he visto más música en directo. Aparte del festín del Primavera Sound (experiencia mariana con The National, Neutral Milk Hotel y Slowdive), estuve en el Aloud Music Festival (salvo excepciones como Unicornibot, bostecé lo mío) y en el extraño BIME Live de Bilbao (repitiendo con The National, alucinando con Mogwai y quedándome más frío que caliente con el resto). Si a eso le sumo los conciertos sueltos, que si Depeche Mode (aunque sus discos sean ya inofensivos, en directo le siguen pintando la cara a cualquiera), que si Sharon Van Etten (me quiero casar con ella), que si El último vecino (Golpes Bajos meets El último de la fila meets Joy Division, para dar forma al grupo de synth-pop más estimulante del momento), la verdad es que no he parado.

Pixies-MichaelHalsbandLO QUE NO

Contrariamente a mi impresión del año pasado, creo que el 2014 ha sido un año flojo para la “electrónica pura”. Aphex Twin, Dntel, Caribou, Ben Frost, Arca o Simian Mobile Disco han sacado sendos discos que en general han cosechado buenas críticas, pero que a mí me han dejado igual. Es bastante sintomático que lo más interesante y fresco que he escuchado en este campo haya sido el álbum homónimo de Caustic Window (alias tras el que se esconde Richard D. James, o sea Aphex Twin), un disco que se compuso en 1994 y que se ha tirado 20 años en un cajón hasta ser finalmente publicado. Tampoco mis adorados Mogwai han logrado unos resultados sobresalientes en su (encomiable pero un tanto fallido) giro hacia las bases programadas, y al disco de despedida de Röyksopp le ha faltado sustancia para ser algo más que una buena colección de singles. Todd Terje ha estado bien como divertimento bailable, pero al cabo de un rato todos sus temas me acaban pareciendo variantes de la banda sonora del videojuego Out Run.

En cuanto a las sonadas decepciones, puedo destacar a unos The Horrors a los que por fin se les ha visto el truco (una de esas bandas que había ido cambiando de sonido, no tanto en base a aquello en lo que creían sino en base a aquello que les funcionaba; y en su reciente Luminous funcionan pocas cosas), a unos Interpol que difícilmente podrían volverse más irrelevantes, o a una Zola Jesus que se mueve como pez en el agua al colaborar con otra gente (M83, Orbital…) pero que cuando se queda sola en la intemperie con disco propio parece una mala copia de iamamiwhoami (quien a su vez este 2014 ha editado otro disco en el que parece una mala copia de sí misma…). Sin embargo, todos esos tropezones palidecen ante la debacle del año: los Pixies.

En la vida hay pocas cosas de las que uno pueda fiarse con los ojos cerrados, y hasta no hace demasiado los Pixies eran una de ellas. Entre el 87 y el 91 los de Boston cuajaron un catálogo de discos perfecto, tuvieron una influencia en el panorama del rock alternativo como nadie ha tenido desde entonces, y dieron una lección de inteligencia al separarse estando aún en la cima, antes de caer en cualquier tipo de decadencia. Siempre se les puso como un ejemplo de coherencia, actitud e integridad. Todo eso se fue a cagar a la velocidad del trueno el 19 de abril del 2014, cuando apareció en las tiendas de todo el mundo una inanidad como Indie Cindy, el inexplicable e innecesario retorno al estudio de grabación de Frank Black, Joey Santiago y David Lovering (Kim Deal, con buen criterio, decidió ahorrarse el manchurrón en su currículum). En realidad los fans llevábamos meses escaldados, pues las canciones de Indie Cindy habían visto ya la luz repartidas en tres EPs a cual más decepcionante. A ver, no es que sea un álbum forzosamente terrible (la mayoría de cortes son simplemente mediocres, y hay un par que quizás merecerían un 6 sobre 10), pero no tiene estructura, personalidad ni músculo. Baladas inanes, riffs sin la menor dinámica, estribillos redundantes, un tono general de desgana… The Pixies copiando a los puñeteros Weezer, lo que me faltaba por escuchar en esta vida. Es el tipo de música del que los fans de los Pixies nos reiríamos si la hubiese hecho cualquier otra banda. Nunca creí que una canción suya me haría sentir bochorno. Nunca.

Adam Granduciel, The War on Drugs, TBD Fest, 2014

LO QUE SÍ

Cualquier año en el que Swans publican disco nuevo, es un buen año. Desde que se reformaron en algún punto indeterminado del 2009, tras más de una década de hacer cada uno la guerra por su cuenta, no sólo no han fallado ni un tiro al centro de la diana sino que han ido afinando más y más la puntería, partiendo por la mitad la flecha anterior con cada nuevo disparo, como Robin Hood. My Father Will Guide Me up a Rope to the Sky fue un álbum excelente, seguido dos años más tarde por una obra maestra como The Seer (mejor álbum y mejor canción de los PAMUNDI MUSIC AWARDS 2012). Parecía una gesta imposible que su trabajo del 2014 fuese todavía superior, pero se las han ingeniado para reventar de nuevo las expectativas. ¿Son infalibles? Desde luego lo parecen. To Be Kind es violento, extremo, gutural, denso, sofocante y maravilloso. Es el ruido, el caos y la mala hostia destilados a una forma pura de belleza.

Que la banda de rock más arriesgada y estimulante del planeta esté liderada por un tipo que anda ya por la sesentena podría parecer preocupante, a la hora de hacerse una visión de conjunto del presente panorama musical. Por suerte, detrás de Swans vienen todo un pelotón de artistas más jóvenes que diluyen esa sensación: Ariel Pink, el hiperactivo Ty Segall (el 2014 ha sido “tranquilito” para él; sólo ha sacado un disco…), St. Vincent, The War on Drugs (nadie ha grabado guitarras eléctricas más escalofriantemente bonitas que ellos en el 2014), Sharon Van Etten, D’Angelo (que se descolgó a finales de diciembre con una masterpiece de funk y R&B como Black Messiah, pillando tan por sorpresa a todo el mundo que ni siquiera dio tiempo a incluirlo en muchas listas de “lo mejor del año”), Perfume Genius, Sun Kil Moon (Mark Kozelek partiéndonos el alma a base de poesía costumbrista) o la inteligentísima mezcla de ritmos no convencionales de tUnE-yArDs (tras escuchar los euforizantes tres minutos que dura Water Fountain, es difícil de entender que hace poco Merrill Garbus se plantease en serio dejar la música porque creía no tener talento…); y en el “frente nacional”, otro tanto. Ahí están Single, Los Punsetes (cuando empezaron mucha gente se los tomaba a broma, pero ya acumulan una buena ristra de himnos generacionales), Cuello (recogiendo con mucha inteligencia los guitarreos noventeros y metiéndoles una marcha más) o El columpio asesino certificando una de las mejores generaciones de bandas españolas desde principios de los 90. El presente es suyo, son quienes hoy en día marcan la senda y a quienes habrá que mirar cuando, dentro de diez o quince años, se quiera analizar lo que dio de sí la segunda década del siglo XXI. Yo diría que la cosa pinta bien. Estamos en buenas manos.

Y más o menos esto es todo lo que puedo destacar del 2014 a nivel musical. Mañana postearé la primera parte de la lista de los 20 DISCAZOS del año (puestos 20 al 11), pasado mañana la segunda parte (puestos 10 al 1), y al tercer día el gran colofón: la lista de las 70 MEJORES TONADAS (con sus enlaces de escucha y todo).

Millones de gracias a Amaia Carreira por diseñarme los chulísimos banners que dan imagen a los PAMUNDI MUSIC AWARDS 2014, y a Keka Puchades por sus tutoriales y soporte técnico a la hora de montar este blog, cuya principal razón de ser era poder colgar todo esto de manera ordenadita y lucida. Ha quedado así de chulo gracias a vosotras dos. Sois la reostia.

Arrancan los PAMUNDI MUSIC AWARDS 2014. Let’s have some fun, muthafuckas!!!

Cuando los vi tocar en un concierto de reunión, hace nueve años, recuerdo de manera nítida la excitación que sentí, compartida por el resto de veinteañeros que me rodeaban, mientras todos cantábamos “Hey” a coro. Quizás estaba escrito que ese momento no debía ocurrir. Era como si estuviéramos engañando a la muerte, o al tiempo, y al igual que en todas las fábulas del estilo “Cuidado con lo que deseas…”, estaba claro que aquello nos explotaría en la cara de un modo u otro; y así ha sido. Pronto, muy pronto, nadie recordará casi nada sobre este disco, o sobre su misma existencia. Pero su publicación es una pequeña tragedia, suficiente para hacerme desear que la reunión de la banda, e incluso aquel concierto mágico que les vi, nunca hubieran tenido lugar…” – Jayson Greene, en su reseña para Pitchfork del álbum EP-1 de Pixies.

Mirando a Steven Seagal con lupa

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Lunes noche: haciendo zapping suicida, casi a tumba abierta, entre el visionado de varios episodios de Life’s Too Short (serie cómica de Ricky Gervais que básicamente va de humillar a Warwick Davis y otros enanos; o sea, oro puro), me topo en Paramount Channel con Buscando Justicia, peli policiaca de cuando Steven Seagal bordeaba su plenitud interpretativa (si es que tal concepto puede llegar siquiera a formularse), mucho antes de convertirse en el actual señor mayor que se ha comido a Steven Seagal. Y claro, ¿qué puedo hacer yo, un hombre adulto, heterosexual y amante de las hostias como panes, ante tal regalo del destino? Pues en efecto: quedarme enganchado hasta los títulos de crédito finales con el cerebro en modo salvapantallas, incapaz de cambiar de canal, presa de una especie de síndrome de Stendhal invertido, que recuerda a lo que el filósofo Rafael Argullol definió en su día como “la atracción del abismo” (aunque creo recordar que no se refería a la filmografía de Steven Seagal sino a las pinturas románticas de Turner y Caspar David Friedrich; pero bueno, la idea es la misma).

Sin llegar a los niveles de excelencia de Glimmer Man (o cómo redecorar un restaurante chino más rápido que IKEA), ni de Alerta Máxima (dos horas luxando terroristas, culminadas con el brioso “uno-dos” de ensartar la quijotera de Tommy Lee Jones con un cuchillo en vertical hasta el mango y acto seguido enclastarlo contra un monitor de radar), hay que reconocer que Buscando Justicia también atesora su buen puñado de momentos merecedores de levantarse y aplaudir a la pantalla. Así pues, ya que no era capaz de apartar la vista del televisor decidí darle la vuelta a la situación y escrutar la película con toda mi atención, viéndola en grano fino. Ahí van algunos detalles que creo que merece la pena destacar:

– El personaje interpretado por Seagal es el inspector de policía Gino Felino, que en estos momentos me parece el mejor nombre jamás creado por el ser humano. Muy bien por el Sr. y la Sra. Felino, muy bien. Estuvieron ahí finos finos con el pareado, los Felino. El bautizo del pequeño Gino tuvo que ser un happening de lo más cachondo.

– El atuendo principal de Gino Felino cuando está de servicio consiste en: camisa negra bombacha abierta hasta el pecho, camiseta imperio negra, pantalón de pinzas negro y zapatos de puntera negros. Súmese a lo anterior el pelo engominado con coletita de torero, y da la impresión de que a nuestro héroe la investigación del caso le ha pillado a contrapelo, mientras bailaba en un concurso de salsa o tocaba las maracas en una orquesta latina, y ha tenido que salir corriendo a buscar justicia sin tiempo para cambiarse.

– Gino Felino acude a un bar de los bajos fondos a pedir información y, ante las pocas ganas de charla de los parroquianos, acaba midiéndoles el lomo a todos (se veía venir) con la ayuda de un palo de billar partido en dos. Entre la vestimenta antes descrita y la velocidad absurda a la que mueve ambos brazos repartiendo dolor en todas direcciones, parece el xilofonista de Locomía.

– La interpretación de Seagal, atención al dato, EMPEORA cuando le quitas el doblaje en español y lo escuchas en inglés, con su voz original de teleñeco.

– El malo de la función es un mafioso muy loco y muy cabrón interpretado por William Forsythe. Sin embargo, el encomiable esfuerzo del actor por componer un villano lo más despreciable posible queda totalmente anulado por su aspecto de contable regordete de mediana edad al que le compra la ropa su madre (Prueba nº 1 de la acusación). Forsythe solo consigue inspirar compasión en el espectador, que enseguida intuye la somanta de hostias que le va a llover al pobre diablo en cuanto Gino (Felino) entre en su espacio vital. Efectivamente, en la pelea culminante entre ambos, Felino lo hace volar contra todas las paredes de la casa, lo tira por una ventana, le ablanda la giba con un rodillo de amasar, le nivela el cráneo de un sartenazo y colofonea en nota alta abriéndole el sexto chakra en la puta frente con un sacacorchos. Parafraseando a mi buen amigo Xavi Garriga, «Lo más grande de Steven Seagal no es que zurre a los malosos, es que encima les humilla. Es el equivalente en artes marciales al matón de patio de colegio, que al grito de ‘¿Pero por qué te pegas?’ te daba bofetadas con tu propia mano.» (Prueba nº2 de la acusación).

Por supuesto, obra maestra absoluta y tal.

Fargo: Cosas que ocurren donde nunca pasa nada

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Al principio de cada episodio de Fargo aparece en pantalla la leyenda “Ésta es una historia real. Los eventos mostrados tuvieron lugar en Minnesota en el 2005. A petición de los supervivientes, los nombres se han cambiado. Por respeto a los muertos, el resto se cuenta exactamente tal como sucedió”. Al igual que ya pasaba con la leyenda al principio del filme original de los hermanos Coen, es todo mentira. Sin embargo, ahí va una verdad: Fargo ha sido la mejor nueva serie de TV emitida durante el 2014. Sí, he visto True Detective. Repito: Fargo ha sido la mejor nueva serie de TV del 2014.

Fargo, que partía de una premisa como mínimo complicada (transformar en 10 horas de televisión una película de cien minutos que es sencillamente perfecta), tenía todos los boletos para convertirse en el desastre televisivo de la temporada; y sin embargo ahí la tenemos, no diré que superando al original (porque eso es imposible), pero sí que convertida en el mejor homenaje posible de sus modos narrativos, y en la mejor continuación imaginable no ya de aquella historia (con la que solo comparte algunas coincidencias tangenciales), sino del “feeling” que aquella historia transmitía. Fargo, la serie, pinta, suena y hasta diría que huele igual que Fargo, la película, lo cual en sí mismo ya es una proeza.

Pese a partir de un guión original, el show mantiene el mismo aroma que crearon los Coen a mediados de los 90 (aquí también hay un marido mediocre y calzonazos que la lía parda, una agente de policía campechana y avispada, y diversos asesinos de aspecto y maneras muy peculiares), y por supuesto la misma mezcla de thriller contemplativo, reflexión metafísica, humor negrísimo y situaciones estrambóticas. El primer episodio (pese a ser jodidamente excelente) deja la extraña sensación de estar reviviendo un sueño, porque uno no puede evitar comparar la trama y los protagonistas de ambas obras, y es como si todo encajara de manera diferente. Sin embargo, tras esa primera hora entiendes que no estás viendo un remake sino otra historia similar ambientada en el mismo «universo Coen», y a partir de ahí te relajas y es cuando empiezas a disfrutar como un cabrón.

Bañada en una cinematografía maravillosa, un ritmo milimétrico y unas interpretaciones pasmosas (Martin Freeman consigue hacer suyo el patrón establecido por William H. Macy en el filme original, Allison Tolman es una agente de policía a la que nunca te cansas de ver siguiendo pistas, y Billy Bob Thornton arma una de las mejores encarnaciones televisivas del mal que yo haya visto jamás), aderezado todo ello con un uso maestro de los flashbacks y las elipsis, Fargo no me ha parecido solo la serie sorpresa del año, sino la serie del año. Sin más.

Trailer de Fargo.